Gente sin swing (2011 – 2012)

imagen tomada de 9gag.com

Lo finito es lo mejor, es lo único que nos permite establecer sentido y certeza. Eso me gusta, lo que se agota y lo que empieza. Eso le da forma a todo y es lo que me obliga a no lamentar lo que pasó, sino a entenderlo. 2011 fue un buen año, tan bueno que la miseria me cayó de golpe al final para comprender que es parte importante de las relaciones entre todos. Pero la buena voluntad ganó. Estoy a dos semanas de casarme con una mujer que me voló la cabeza y mi pequeña sobrina Camila ya cumple 3 días de nacida y abre esos pequeños ojos rasgados con dificultad, me mira con extrañeza y me hace sonreír.

No creo en ningún salvador.

«No creo en casi nada que no salga del corazón», grita Fito Páez. Y hace referencia a la buena voluntad. Eso es el corazón.

Pero existe muy poco corazón. Lo que hay es esa imprescindible razón que engaña, que crea artificios y que no sabe distinguir la mancha que el ave ha depositado sobre el hombro de un toque del Espíritu Santo.

Es difícil creer en alguien. Pero es tan fácil creer en la humanidad y no perder eso.

Probablemente sea mejor no hacerlo y lo ideal está en resguardarte en la gente que conoces, que sabes cercana y que brilla.

Casi todos terminamos como una versión criolla y francamente triste de un ridículo David Hasselhoff.

El problema real es la ética que ignoramos. El problema de Ecuador no es político, es ético. Las mismas costumbres que consideramos erradas por parte de un gobierno que asume que está bien lo que hace porque sus intenciones son justas, son las que repiten aquellos seres que se muestran en contra del Régimen. Critican lo que son, en definitiva. Hace unos días alguien decidió indignarse porque le mostré mi molestia alrededor de la venta de unas camisetas (cuya idea salió de un tuit mío). ¿La razón de mi molestia? Pues todavía creo que Twitter es un espacio para compartir y no para comerciar con lo que sale de ahí. Simples ingenuidades mías. Quizás nunca dejaré de pensar que aquello que no se debe vender deba ser vendido, y es probable que esté errado y que todo el drama que se armó se haya podido resolver con una conversación. Pero esta persona hizo público el «problema» y su indignación por lo que creyó un reclamo por «derecho autoral».

Todavía me pregunto qué le dio el poder a esta persona para hacer público un primer correo electrónico que le envié y su respuesta, con la excusa de que cada lector «saque sus conclusiones» de una polémica que, más que eso, era un malestar discreto.

Claro, no publicó el segundo correo que le envié, en el cual yo lamentaba que mi reclamo inicial hubiera sido tan mal interpretado por su parte.

No, en este país solo importan los objetivos, los fines ulteriores. Estos son siempre más fuertes y aparentemente justos, y «deben» defenderse a toda costa, ya sea en una cadena televisiva de un gobierno, o en un post personal. Se trata del bien superior, que incluso le sobrepasa a uno como individuo. Ego o lastre. Idea o yunque.

Lo nefasto y accesorio.

La razón.

Yo no la tengo, quizás nunca la haya tenido. Prefiero el error, equivocarme y corregir.

También prefiero desearle lo mejor a otros y que aquella cruzadas importantes sigan siendo importantes. Mis molestias no son interesantes. Pero la ética sí lo es. Y no soy el más ético tampoco: Para mí no se trata de predicar con el ejemplo, sino de exigirse hacer bien las cosas, viendo también las experiencias ajenas. Sin embargo, esta no es ajena y solo me queda aprender. Compren las camisetas, quedarán satisfechos y alguien más también.

En el fondo somos gente triste.

Alguien más me desea feliz año y me dice que no estoy listo para casarme, y que quizás todo sea «un experimento literario», «como un tuit». Y aunque lamento el comentario, también me da risa. La libertad de decir cosas es lo único que nos queda, así como la responsabilidad ante lo dicho. Consecuencias. No hay necesidad de decir tantas cosas, o quizás sí.

Días atrás, otra persona nos encuentra, a mí y a mi novia, en un restaurante. «Primeramente» nos felicita por el matrimonio y luego lanza una amenaza: si volvemos a hablar de ella, no será tan buena con nosotros la próxima ocasión. Nos reímos apenas se alejó de la mesa porque nos pareció increíble esta escena de telenovela. La vida suele ser complicada y graciosa. También un compendio de bizarrías y de interrogantes sin resolver. Nos miramos para preguntarnos: ¿Cuándo hablamos de ella? En realidad, cuando estás ocupado resolviendo asuntos prácticos, te queda muy poco tiempo para perder en personas que apenas conoces. Es muy probable que nuestro ego sea grande y no seamos capaces de reconocer del todo que muy poca gente nos interesa. ¿Hablar mal de alguien? Lo hacemos, pero de gente como Kim Jong Il, por ejemplo.

O también de quien se tropieza en el centro comercial.

Hay cosas que suceden y no entendemos muy bien por qué.

Gente sin swing.

Algunos meses atrás un exfamiliar político me escribió un correo electrónico en el cual me insultaba de entrada. No lo leí completo, pero me sentí mal por ese texto, porque se trataba de alguien a quien quiero. Y uno suele lastimar a la gente que quiere. En ciertas culturas el honor es importante. Games of Thrones lo demuestra. Lo aprendí con crudeza en el 2011.  Sentirse bien siempre va involucrar que alguien más se sienta mal y que le duela algo. Me ha pasado y seguirá pasando. Es inevitable, no hay otro camino. La vida es una herida absurda y, a veces, todo lo demás cuesta.

¿El pasado desaparece? Se transforma, y más que huir de él lo que me queda es revisar el camino y descubrir la posición en la que estoy. Todo camino me condujo a la alegría.

No es asunto de llorar, ni de hacer escenas. Se trata de reír y reafirmarte.

Ojalá que a todos les vaya bien este año.

A mí me espera la vida de la mejor manera. La gente sin swing puede dejar de ser así. Dice Elías Canetti que cuando las cosas se nombran pierden su poderoso hechizo. Tiene toda la razón. Nada va a cambiar a menos de que reine a imaginación y las pasiones se subordinen. En estas semanas lo he intentado y hoy lo resolví, creo. Cuando solo importan mis razones, todo lo demás está de más.

Y desde hace meses que no creo en la razón. Hace meses que no creo que tener la razón sea importante.

Solo espero casarme y seguir apostando por la ficción más que por las certezas. Eso se lo dejo a los crueles, ya sean en puestos de Estado o en espacios de rechazo a lo político; en lo personal, literario, artístico, callejero o profesional. A esos que creen que el mundo será mejor por sus ideas. Ningún mundo será mejor a menos de que dudemos de nuestras ideas.

Y si llego a viejo siendo un tipo sin swing y creyéndome infalible… por favor, dispárenme.

Feliz 2012 para todos.

imagen tomada de webadictos.net

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