De derecha a izquierda: los golpes del escritor

Esta es la historia más consumada dentro de lo que se podría llamar “nuestro chisme literario”. ¿Es cierto que Mario Vargas Llosa le dio reverendo golpe en el rostro a Gabriel García Márquez y así selló para siempre una de esas amistades de oro en el arte literario latinoamericano? Sí, es cierto. Si no lo sabía, pues ahora se entera, por lo que le pido que tome en consideración que esto sucedió hace más de 35 años. Pero además tome en cuenta que no es simplemente otro ‘chisme’. Se supone que también habla de la intelectualidad de la región de los últimos 50 años. ¿Por qué? Porque en esta historia la izquierda y la derecha han llegado a tener protagonismo. Pero le aclaro algo: no todo es lo que parece.

Ojo izquierdo morado para Gabo; derechazo mortal de Mario. Las tendencias en los dos ya estaban marcadas: el colombiano cada vez más concentrado en la revolución cubana y envuelto en una relación de gran amistad con el líder de los barbudos, Fidel Castro. El peruano absolutamente desencantado con la revolución (de la que fue uno de sus más fieros defensores), y abocado a una perspectiva cada vez más liberal, que ha decantado en algo que muchos han sabido interpretar como el paso a la derecha más radical (con y sin aciertos, Vargas Llosa está muy lejos de llegar a una perspectiva radical, pero bueno, para muchos se trata de identificar las cosas de alguna manera). El golpe fue el detonante de una ruptura entre los mejores amigos, así como la absoluto distanciamiento de dos maneras de ver la realidad.

imagen tomada de palabrosa.com

Pero, ¿por qué transformarla todavía en materia de artículos si hace mucho que sucedió? Porque los elementos vuelven a saltar gracias a una nueva publicación que divulga un dato secreto para muchos: “Por una información confidencial, cuyo responsable no quiere que se diga su nombre, sabemos que los dos genios de la literatura actual mantienen cierto contacto privado –eso sí, esporádico-, desde hace tiempo, pero eso no debe salir a la luz , quizás por la actitud de Mercedes”, escriben Ángel Esteban y Ana Gallego en su libro De Gabo a Mario (Espasa, 2009). Así, las tres décadas de lejanía habrían finalizado y a la vez explicaría por qué Vargas Llosa aceptó por primera vez en casi 40 años la reedición de su ensayo sobre la obra del colombiano García Márquez: Historia de un deicidio y la aparición de fragmentos de ese texto como prólogo de la edición por los 40 años de aparición de Cien años de soledad, editada por Alfaguara y la Real Academia Española.

Sin embargo, ¿hay cómo creer a esta fuente secreta? En realidad no, pues como la cita lo refleja, el problema roza los deseos de la mujer de García Márquez, Mercedes Barcha (“Es que Mario es un celoso estúpido”, había dicho la mujer de Gabo, según las palabras de Rodrigo Moya, quien hace dos años reveló las evidencias más claras del golpe: un par de fotografías del colombiano con el ojo morado y la fractura en la nariz). Y eso trasciende ya el plano de la ideología y lo vuelve algo doméstico. Nunca sabremos a ciencia cierta si todo lo que se ha dicho y se sigue diciendo de ese par es real; pero queda claro algo: entre ambos sucede algo que valdría la pena revisar.

Hace mucho tiempo, en un continente muy lejano…

Amigos que surgen por lecturas, por reconocimientos, por las novelas que van llegando y que se vuelven en deleite del uno y del otro. Cartas que se escriben, que se leen. Esa amistad que gestaron en el marco de un continente que celebraba todavía el triunfo de la revolución cubana como el derrotero que debía tomar Latinoamérica, se profundizó por las coincidencias en sus vidas: ambos fueron criados por sus abuelos, se relacionaron con sus padres cuando estaban a punto de abandonar la niñez (en el caso de Vargas Llosa fue conocer a su papá, a quien asumía muerto), los dos ejercieron periodismo, hicieron de todo para vivir, pasaron jornadas difíciles y a la vez gratificantes en Francia; pero lo más importante era que tenían un respeto ciego por el trabajo del otro.

Julio de 1967, el peruano llega a Caracas a recibir el premio Rómulo Gallegos por su novela La Casa Verde. Es en el aeropuerto venezolano en que ambos escritores estrechan su unión y se abrazan por primera vez. “Gabo levantó del suelo a Mario del abrazo que le propinó, y le comentó, en tono jocoso, que si él había ganado el premio era porque se le había pasado el plazo para presentar Cien años de soledad” comenta Soledad Mendoza en De Gabo a Mario. Encuentros esporádicos, constantes misivas, llamados telefónicos y la vecindad en Barcelona, a menos de una vuelta de esquina de distancia, hizo que esta amistad adquiriera una fortaleza que fue más allá de lo literario, sobreviviendo la crisis que se armó en la Latinoamérica con el caso Padilla en Cuba (el poeta acusado por el régimen como contrarrevolucionario) y el apoyo de Castro a la invasión soviética Checoslovaquia. Incluso el segundo hijo del escritor peruano lleva los nombres de su entonces amigo y sus dos hijos: Gabriel Rodrigo Gonzalo, siendo el colombiano el padrino de bautizo.

Pero las ideologías no importan cuando el asunto se vuelve personal.

¡En esta esquina..!

Fueron nueve años los que mediaron entre su primer encuentro y el último. Las versiones son muchas. En algunas hablan de que todo se dio a la salida del estreno del filme La odisea de los Andes, de René Cardona (basada en la historia de los sobrevivientes del accidente de aviación del equipo de rugby uruguayo, en los Andes, en 1972); otras afirman que fue antes, que ni bien la gente estaba llegando. La historia es un compendio de ficciones. Era el 12 de febrero de 1976. Uno ya está en el cine, hay más escritores y gente ligada a la cultura en Ciudad de México, donde pasa todo. Llega el otro. Uno lo ve y asume un esbozo de sonrisa en la cara del que recién arribó. Se acerca con alegría, hace meses que no lo ve. Va con los brazos abiertos, sin defensa alguna posible. El derechazo sonó y cayó como bomba silenciosa sobre el ojo izquierdo y nariz del colombiano. Todo empalideció, nadie dijo nada. Vargas Llosa sí dijo algo, pero nadie se pone de acuerdo. 1) “Esto es por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona” (hay una variación la que afirma que el verbo usado fue “dijiste”) y 2) “¡Cómo te atreves a venir a saludarme después de lo que le hiciste a Patricia en Barcelona!”.

imagen tomada de artunduaga.com

Patricia, si existen todavía dudas, es la mujer de Vargas Llosa.

¿Qué hay detrás del golpe? La hipótesis más aceptada por la mayoría de expertos, testigos y voceros no oficiales es la que detalla Julio Algañaraz, en una nota para El Clarín, de Argentina, que lleva el título García Márquez, Vargas Llosa y “la horripilante historia de un ojo morado”: “Algunos contaron más tarde que Vargas Llosa había abandonado a su mujer Patricia y a sus dos niños para correr detrás de una estupenda joven sueca. Los dos matrimonios vivían en Barcelona y Patricia buscó consuelo en sus amigos. Los García Márquez le habrían aconsejado la separación legal. No se sabe bien qué pasó, pero cuando largó a la sueca y se reconcilió con Patricia, que le contó con pelos y señales sus diálogos con los García Márquez, algo ofendió terriblemente a Mario Vargas Llosa”. Lo cierto es que luego del golpe, el peruano se fue y Gabo fue ayudado por los asistentes a la función, entre ellos una consternada Elena Poniatowska.

Y así, juego terminado. Freddy Molina Casusol, en una nota publicada en el diario La República, de Perú, titulada Vargas Llosa y García Márquez, memoria y ruptura, hace una referencia interesante en esta ensalada de versiones: El autor de La ciudad y los perros habría hecho las gestiones para invitar a su colega a la presentación de la película y así consumar su venganza. “Esto último es posible. De que Vargas Llosa haya provocado el encuentro deliberadamente, es posible. Hay que recordar que Jaime Bayly, en su columna publicada en el diario ‘Correo’ de Lima, relató que el escritor, molesto por la deserción de su hijo Álvaro de la prestigiosa universidad de Princeton para trabajar como periodista en Lima, pactó una cita con este en el parque de Miraflores, la cual terminó con el ojo morado del hijo mayor del escritor”, cuenta Molina Casusol.

¿La guerra del fin de la amistad?

El aparente acercamiento actual contrasta con todo lo que ha sido esta batalla pública, afianzada por Vargas Llosa, que si bien ha dicho que nunca revelará las razones del golpe, es el que más ha hablado del asunto. Su contendiente ha preferido permanecer callado… bueno, García Márquez se ha caracterizado por estar callado casi todo el tiempo. Pero sin duda ese roce personal ha conseguido aumentar las diferencias ideológicas, y darle rienda suelta a la lengua del peruano, tan filosa como su puño derecho. Alguna vez, a mediados de los años 80, nombró a su ex amigo ‘cortesano de Fidel Castro’ (lo que desató una protesta furibunda de Günter Grass). Un poco antes, cuando Gabo ganó el Premio Nobel, Vargas Llosa no tuvo reparo en decir que hubiera preferido dárselo a Borges. En 1997, en el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española, que se realizó en Zacatecas, el colombiano sostuvo que lo mejor que le puede pasar al idioma es la simplificación de sus reglas ortográficas; su compadre saltó enseguida y consideró la propuesta un disparate, diciendo que el autor de El coronel no tiene quien le escriba “es un escritor con una rica imaginación pero no es un pensador ni un teórico”, como la muestra Rosa Amelia Fierro, para El Comercio, de Perú.

Luego de todo lo discutido y abandonado, ¿qué queda? Pues suponer que de vez en cuando se hablan, ya alejados de toda polémica, quizás porque cada vez están más viejos y Gabo ya pasó un cáncer complicado (cuya recuperación fue recibida con beneplácito público por Vargas Llosa) o quizás porque a esa edad lo único que queda es entender que las rencillas, y hasta las distancias ideológicas no deberían ser impedimento de un abrazo como el que se dieron esa primera vez. Talvez Mercedes no quiera que eso suceda y por eso guardan la noticia. Talvez sea mejor dejar así en público la situación y evitar preguntas sobre una supuesta reconciliación (que inevitablemente traería de vuelta el tema del golpe). O talvez pasó que se dieron cuenta del error pasado y ya era hora de tomar el teléfono, a escondidas. O quizás los tantos intentos por juntarlos en todos estos años surtieron efecto.

Sólo la gente que es cercana conoce mejor la historia, pero prefieren no hablar de forma extendida, sino lanzar indicios. Uno de esos fue Tomás Eloy Martínez, quien en el 2000, a un diario argentino, aseguró que entre los dos escritores lo que existe es simplemente elucubraciones del exterior: “ Ellos no se odian. La verdad es que la amistad que tuvieron en el pasado fue muy entrañable. Los verdaderos amigos de García Márquez son los que tuvo desde 35 años. Y en ese sentido, Vargas Llosa es uno de esos amigos”. Y quizás ahora, los archienemigos se estén saludando por teléfono, ajenos a todas estas historias e hipótesis.

imagen tomada de caobac.blogspot.com

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Post Scriptum: Acabo de descubrir que este texto tiene dos años. Lo envié a una revista local, fue aprobado y hasta ahora no se ha publicado. Los rigores de la escritura en Ecuador.

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