Mi «odio» a los taxistas (un texto ya con algunos años)

Lo que leerán a continuación es un texto que se publicó hace 4 años (más o menos) en revista Soho… y recuerdo que cuando salió muchos se rieron y otros me mandaron al demonio. El recuerdo es siempre interesante.

imagen tomada de http://www.elespectador.com

LOS ODIO, SEÑORES TAXISTAS

No lo voy a negar, peor de entrada. Los detesto, señores y tengo varias razones, muchísimas, y eso que ni siquiera estoy contando la vez que en media carrera uno de sus dignos representantes frenó a raya y olímpicamente, a la subida de un paso a desnivel, abrió la puerta y me dijo: “¿Sabe qué? Mejor ya no voy allá, bájese”.

¿Lo leyeron bien? No estoy contando ese chiste como parte de los motivos, no. Imagínense cuáles serán las razones verdaderas para odiarlos. Sí, no fue ese cinismo que ya parecía hasta broma, no les miento, estaba buscando la cámara escondida alrededor porque era para no creerlo. “Deje nomás, no le voy a cobrar la carrera”. Sí, la cereza del pastel.

¿Están listo? Igual yo empiezo, no importa.

No sé cómo serán en otras ciudades, pero en Guayaquil hay que rogarle a los taxis que no se detengan y eso me jode. ¿Quién en su sano juicio puede vivir en paz en una ciudad en la que cada carro amarillo se detiene, le pitan a uno o le prenden y apagan las luces? ¿Quieren saberlo? ¡NADIE! ¡Señores, no deben pararle a nadie que no los haya llamado!

¿Alguna vez cambió el gesto? Hasta que yo supe era levantar la mano y gritar a viva voz: ¡Taxi! Ahora no, hay que poner cara de malo y putear porque a) Al frenar no nos ha dejado cruzar bien la calle o b) No nos da oportunidad de subirnos al bus.

El taxímetro. Para los de Guayaquil eso suena a mala palabra, más que un insulto a la madre. “¿Cuánto me cobra hasta el San Marino?” “¡Tres dólar!”, aparece la respuesta mecánica. “No pues, me cobran dos hacia allá”. Entonces hace su aparición una frase que ya es clásica: “Le pongo el taxímetro y paga lo que es”.

Sí, el taxímetro es un castigo para el usuario. Sobre todo si en nuestra cara empiezan van más lento o intentan ir por avenidas que hasta los perros callejeros saben que a esa hora están congestionadas.

La canción de Arjona. ¿Tengo que explicar esto?

Salir de un taxi una vez que se llega a su destino es un martirio. Ya parece un concurso: “Si descubre dónde está la manija, sale”. Hay unidades tan viejas que uno espera en cualquier momento aplicar la de Pedro Picapiedra y sacar los pies para impulsar el carro.

Y eso del volumen de la radio. ¡Señor mío! Pongámonos de acuerdo en algo: a ningún cliente le interesa tener la voz de Kaleigh Morales diciendo “Te veo y me siento como aquel que está muriendo de la dicha…” sonando como la voz de Dios. ¿Cuál es la necesidad?

Ya sé, ya sé… para “quedarse despiertos y no dormirse…” bla, bla, bla. Harto café, unos caramelitos y volumen bajo cuando tenga clientes en el carro… receta ganadora. ¿Vieron que no es tan difícil?

No los odio por poner cada cosa en la radio, desde el Pastor Domínguez hasta el hermano Ragumón, de la rosa de los vientos orientales, con sus consejos para mejorar la suerte en el trabajo y en el amor… Eso ni cuenta.

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A veces se creen la divina pomada y son capaces de frenar, esperar que el cristiano que se ha tomado la molestia de extender la mano les diga hacia dónde se dirige y decidir si van o no al sitio. “¿Sabe qué brother? Yo voy para el otro lado”. ¿Entonces para qué demonios se detienen? ¿Ah? ¿Acaso van al baño y consiguen sacarse un fajo de dinero cada vez que hacen del 2?

No frieguen. Pónganse cartelitos en el parabrisas para saber hacia dónde van. ¡Pero cierto, eso ya lo hacen otros vehículos de transporte público! Los colectivos, ¿les suenan esos carros?

El costo de las carreras es para reírse. ¿Qué es lo que toman en cuenta? La carrera de un punto A a un punto B, un día, cuesta tres dólares. Al día siguiente, la misma carrera, exactamente igual, cuesta cinco dólares…. Me parece que alguien no vio ese capítulo de Plaza Sésamo acerca de lo cerca y lejos, ¿no?

¿Acaso la ciudad está más grande? ¿O de un día para el otro el taxi vale más? ¿Es una limosina? ¿Está ‘tuneado’? No señores, ganas de quedarse con más plata, eso es todo.

¡Basta de la conversadera! No me interesan ni Barcelona, ni la Tri, ni que un Pinochet es la solución para el país. Les pago tres dólares más si deciden quedarse callados…. Pero tampoco le suban el volumen a la radio.

El asunto del uso del gas. En realidad si eso estuviera bien reglamentado no hubiera problema, pero ¿se han dado cuenta cómo llevan esos cilindros en el carro? Parece que estuvieran haciendo canguil en la cajuela. Si es para llorar. Deberían ser menos embaucadores y decirle a la gente cuando sus unidades estén usando gas, pues muchos le tienen miedo con eso de que pueden explotar y otras cosas.

¿Cómo no temerles? Acá manejan como si estuvieran en ‘The fast and the furious’ y la gente quiere algo de seguridad… pero sinceramente eso es lo de menos, me molesta que usen gas subsidiado, que gasten menos en combustible diario y que quieran cobrar igual o hasta más que los carros que todavía usan gasolina. ¡Es que son tan bacanes ustedes!

Y por último, esa actitud por la cual ustedes son la mamá de Trazan. “Bueno, ¿acepta ese precio o se baja?”. Es que esos cursos de relaciones humanas no les han servido, amiguitos.

Por eso celebro las ocurrencias que Fernando Vallejo escribe en la Virgen de las Sicarios, sobre ustedes: “Bueno (…) si los taxistas andan desocupados, ¿por qué tratan mal a los clientes? Por eso, porque les da uno trabajo.” Y yo les pregunto: ¿Por qué diantres es mi culpa?

11 comentarios en “Mi «odio» a los taxistas (un texto ya con algunos años)

  1. Ahh, los taxistas… En Buenos Aires, la tarifa es la que marca el reloj y no se deja propina, así que eso no es un problema. Pero al subir, existe una alta probabilidad de quedar a merced de radios detestables o de una detallada exposición de las ideas políticas, problemas personales o conquistas amorosas del taxista. Yo estoy esperando un taxi que en lugar de «Acepto tarjetas» o «Aire acondicionado», tenga un cartelito que diga «Conductor mudo». ¡Qué felicidad!

  2. Taxista en New York (wow) Siendo de esta grand cuidad no me acostumbro a la experiencia traumatisante de ser un pasajero y automobilista en la misma calles con los ya famosos taxi de manhathan
    Son unos extremistas y no es exageración.
    Es un Daytona 500! Se cruzan 3 carriles y no importa que vengas tu de lo mas relajado escuchando Bob Marley en tu radio. Unos desconsiderados. Pero lo que mas me irrita la piel es que se te enojan. Son ellos que haces estas asañas

  3. Veo que esta peste de los taxistas cafres es generalizada en toda América Latina y es de locos y desesperante ver cómo estos malditos se reproducen como ratas en las ciudades y bueno, actúan como tal. Mi caso crónico y exasperante se vive en Bogotá, ciudad de todos y de nadie, sin doliente, sin Dios ni ley, en cuyas calles semi-destruídas transitan millones de estos mal llamados «canarios», que más bien parecen buitres inmundos y carroñeros al acecho, conduciendo como lo haría un simio ebrio y atemorizando con su mal aspecto, su falta de higiene y aquella mirada cuatrera que los ha caracterizado durante décadas y que parece prevalecer de generación en generación, pues, hay que decirlo, hijo de taxista, sale taxista.

  4. Cabe perfectamente mencionar que estos «señores» durante años se han prestado para hacer turnos nocturnos en los que despojan a usuarios desvalidos de su efectivo y demás pertenencias, llevándolos después a dar un lindo paseo por toooda la ciudad, el paseo millonario, el cual no sé si hagan en otros países también, pero por si acaso no lo saben, estas bellezas te llevan a cuanto cajero electrónico encuentran, obligándote a sacar cuando centavo tengas en el banco y bueno, si eres mujer y despiertas su instinto, es posible que te violen en frente de tu novio o acompañante, quien no podrá hacer absolutamente nada pues tendrá un puñal en su cuello, cortesía de uno de estos malolientes sujetos. Pero bueno, como no todo puede ser tan malo, al menos no te cobran la carrera.

  5. Ok, ya nos fuimos al extremo y hay que decir que no todos los taxistas trabajan en estos agotadores turnos de la noche y que los buenos, que conducen en el día, únicamente se dedican a estacionar donde se les da la gana, cambian de carril cuando ellos lo estimen conveniente, sin importar que el vehículo que viene por su carril, tenga que frenar en seco y su pobre conductor, casi infartado, deba seguir su camino como si nada y sin derecho a reclamarle al ‘caballero’, so pena de ser golpeado por este y dos o tres de sus compinches, quienes llegan en el término de la distancia, a auxiliar a su colega.

  6. Ahora bien, dejemos el zigzagueo en las calles y hablemos de otra bondad que estos ‘señores’ del servicio público nos brindan diariamente a los ciudadanos, como es su infame e infinita imprudencia conduciendo; ellos te cierran, ellos circulan en contravía, te ‘echan’ el carro si vas cruzando la calle, te adelantan mientras llegas a un semáforo en rojo, para quedar de primeros, paran sin previo aviso y sin orillarse, a dejar o recoger pasajeros y como se dijo anteriormente… no es recomendable pitarles o hacerles el reclamo pues, como el buen colombiano indio y raso, se molesta cuando alguien objeta alguno de sus actos. Como ven, no es coincidencia que nuestros queridos canarios estén involucrados en el 87% de los choques y accidentes que se presentan diariamente en Bogotá, así como no es de extrañarse cuando son hallados muertos en cualquier zanja o barranco, supuestamente sin justa causa. Ojo señores ! que no todos tenemos la misma paciencia y tolerancia.

  7. Ahora bien, quiero traer a colación las que, a mi modo de ver, son la causas mayores de la mala conducta, la indiería y toda la mala actitud de los ‘señores’ taxistas que recorren las calles de ciudades y pueblos de toda América Latina (incluyo ahí las calles de cualquier ciudad norte americana donde los taxistas sean latinos). Estas son: 1- Falta de regularización del tránsito en los distritos, lo que nos ha llevado al desorden y el caos, hábitat predilecto de los taxistas, quienes se mueven como peces en el agua en ciudades desorganizadas como Bogotá, ciudad de todos y de nadie, donde es realmente fácil hacer lo que se te de la gana, si perteneces a un gremio como este.

    Y bueno, muchos dirán que me faltó poner la cereza sobre el pastel con perlitas como el famoso taxímetro ‘muñequeado’ o el hecho de que estos personajes, imperturbables e inconmovibles, se aprovechan del estado de ebriedad (estupidez) de algunos desprolijos, los viernes en la noche y tengan el descaro de cobrar dos o tres veces lo que realmente costaría la carrera. Caso similar sucede con algunos turistas que, caen en la misma treta, no por efectos del alcohol sino por incautos y confiados.

    Ya para finalizar y dejar de destilar veneno justo y bien infundado, soy sensato y consciente de que no todas las serpientes pican ni, en este caso, todos los canarios defecan sobre la ciudad y a todos aquellos que desempeñan esta labor con responsabilidad, prudencia y conciencia ciudadana, mis respetos y toda mi admiración pues son únicos en su especie. A todos los demás, mis más sinceras condolencias pues hacen parte de los miles que han sido contagiados de esta maldita peste… la peste taxista.

    1. Estimado, no por pura casualidad hoy me encuentro hurgando opiniones afines: comparto su opinión/preocupación. ¿Acaso también le ha pasado a usted que se ha visto obligado a improvisar una identidad falsa (otro nombre, otra personalidad, …) para no exponer su – en el sentido más sano de la palabra – intimidad? Refiriéndome a la población caracterizada en el post: es cierto, ¡muchos de estos señores son unas bestias! (Prescindimos obviamente de toda persona taxista cuyo material humano es sencillamente invaluable, porque me ha tocado – aunque sea poquísimas veces desde que tengo memoria – experimentar la DICHA de un servicio humilde, agradable, impresionante)
      CLÁSICA INICIATIVA DE INTROMISIÓN: te «estudian» por el retrovisor de tres a cinco minutos para ver de quién eres familia, a quién te pareces, de dónde eres, qué haces, etc. Y… ¡SAS! ¡Te lo preguntan! Como si pudiere afectarles en algo…
      Siempre pienso (¡Ah!, claro… Piensas, porque si le pides educadamente que te lleve a tu destino sin preguntarte nada, ¡te podría(N) – él y sus «compañeros» – armar la de Troya!) «¿Qué acaso no son conscientes de su intromisión? Pero, como sea: que Dios les bendiga y les ayude a encontrar la paz. Muchos no han cursado un colegio, o primaria y la economía del país te deja fuera, paulatinamente te vuelves inútil, te miras frágil, te vuelves egoísta y malhumorado porque temes – en alguna medida, justificadamente – perder lo poco que tienes. Yo creo que la única estrategia que podemos aplicar para protegernos tanto física (ya se menciona arriba el potencial agresor estos tipos) como emocionalmente durante un clásico servicio de transporte es actuar/desenvolverse con naturalidad y humildemente (¿Qué importa humillarse unos minutillos?) decir : «señor, estoy muy cansado; quisiera descansar. Se lo agradezco mucho» y rezar porque el animal no brinque cual endemoniado. ¡Qué difícil, mi estimado amigo! Estos tipos la pasan mal y en su ignorancia, no perciben su comportamiento desagradable, sus rendiciones de cuentas, sus análisis de datos, su molesta presencia… Y nos la hacen pasar muy mal a nosotros en el papel de clientes.
      Pues nada, orar por la paz de todos, estimado y TRAGAR FUERTE, como dicen por acá. Tolerar lo intolerable. Maldito mundo, tan desagradablemente poblado por malas costumbres y ambiciones. Tan bellamente impregnado de la pureza de los niños y los ancianos.
      PD. Me alegra ver un incremento de mujeres en el oficio de taxi. Inmediatamente me hace pensar en una esperanza de humanización de ese trabajo que el chofernícola promedio ha ensuciado con su ignorancia. Dios bendiga a todas esas señoras, a ustedes mujeres en general y a todos los hombres de buena voluntad. Un saludo.

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