La inmutabilidad del burro

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Precisión quirúrgica con una frase: «Carrera de caballo, parada de burro». Y ni hablar de la imagen campesina por excelencia: el burro detenido porque no hay más que hacer, según su criterio y deseo… que para él es sagrado. Las maneras son muchas para hacer stop y jugar a la perspectiva del burro, esa terquedad que encuentra su camino en lo que para muchos puede ser el paso correcto (y único) de, digamos, lo literario (para centrar este post en algún punto). Un burro inmutable, si bien no cambia y mantiene su criterio, termina por hundirse en sus propios prejuicios.

¿Qué otra cosa queda? Nada, absolutamente nada, ni siquiera replantearse el valor de los criterios absolutos (que son importantes y nos permiten seguir por la vida sin creernos capaces de resistir todo), porque lo absoluto te da un horizonte, pero no te marca un trayecto. La respuesta quizás esté en el diálogo de esos criterios con la vida, que es la más relativa de las experiencias. Pero bueno, de eso no se trata este post, sino de aceptar que el síndrome o complejo de Hermes (el mensajero de los dioses) no puede ser la base de una crítica literaria seria, sino en un cementerio de párrafos, oraciones, autores y gustos. La crítica, incluso la mala (esa a la que me refiero ahora), es el espacio que me da informaciones y datos, versiones y miradas, que enriquecen mi versión de lo que puede ser un texto literario. La buena crítica me gana y me aprisiona a la perspectiva que sostiene, me obliga a pensar desde otra montaña y el panorama ante mis ojos crece. La mala crítica, la del burro inmutable, no resiste ningún argumento (¿Por qué? Porque el burro que no se mueve puede encontrar cientos de razones para no moverse, pero en definitiva está ahí, sin arriesgarse, sin ver más allá, creyendo en un Olimpo de cuatro paredes, aplicando a lo seguro, sosteniendo su cobardía en definiciones) y obliga al que la lee y experimenta a recordar aquella línea grandiosa de esa imprescindible canción de los Bee Gees: «But I didn’t see that the joke was on me» (el burro inmutable no se da cuenta que la broma está sobre él). A veces esos burros inertes, que se alimentan, movidos por una idea de trascendencia infantil, del pasto verde del estructuralismo o psicoanálisis (y que no descansan hasta demostrar los conocimientos que tienen, como una mujer de tetas grandes y esbelta muestra su cuerpo en bikini, o como un hombre que intenta borrar su problema fálico con un auto descapotable), terminan comiendo eso mismo que arrojan. La culebra se come su cola.

¿Hay peligro? No en concreto, pero sí cuando esa mirada, que no puede permitir que exista algo más, se plantea como un grito de guerra. El burro inmutable lucha porque nada se mueva, porque, violentando el espacio y el tiempo, lo de adentro es lo que vale. ¿Qué es eso que está adentro del burro inmutable? Aquello que es de pocos, que no necesita de otras cosas, ni de nadie, y que no quiere comprender de valores que están más allá de lo que su mirada firme (y de poco rango de visión) le permite. El burro inmutable huye de la moda, pero considera que todo lo que está fuera de su perspectiva es una moda. El burro inmutable cree en conceptos que no se mueven y que definen calidad, pero quiere ignorar que la calidad tiene millones de máscaras (el burro inmutable es vago y no quiere buscar la calidad en las experiencias que circulan por ahí, y da por sentado que ya no hay). El burro inmutable no cree en el gusto: come yerba porque es sinónimo de corrección, porque así se muestra mejor que otros,  y no porque le gusta el sabor. El burro inmutable es la base de una perfección que no nos ha llevado a ser perfectos. El burro inmutable es una máquina de miseria, que no descansa hasta que la miseria se vuelva colectiva. La historia nos ha contado las atrocidades de esta gente que lucha, hasta con los dientes, para hundir a aquellos que no considera aptos para compartir algo que no se debe compartir.

El burro inmutable da mucha pena.

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Por eso prefiero cerrar con las palabras de Mr. Ego sobre la crítica, porque hay muchos que no creen posible que un ratón pueda preparar algo que toque el cielo (con segundas intenciones, desde luego, porque la belleza y el sentido se puede y se debe encontrar en lo masivo): «El trabajo del crítico es sencillo en más de un sentido. Arriesgamos muy poco, y sin embargo usufructuamos de una posición situada por encima de quienes someten su trabajo y su persona a nuestro juicio. Prosperamos gracias a nuestras críticas negativas, que resultan divertidas cuando se las escribe y cuando se las lee. Pero la cruda verdad que los críticos debemos enfrentar es que, en términos generales, la producción de basura promedio es más valiosa que lo que nuestros artículos pretenden señalar. Sin embargo, a veces el crítico realmente arriesga algo, y eso sucede en nombre y en defensa de algo nuevo. Anoche experimenté algo nuevo, una comida extraordinaria hecha por alguien único e inesperado. Decir que ese plato y su cocinero pusieron a prueba mis preconceptos equivaldría a incurrir en una subestimación grosera, cuando lo cierto es que ambos lograron conmover lo más profundo de mi ser. Antes de este suceso, nunca escondí mi desdén por el lema del Chef Gusteau: “cualquiera puede cocinar”. Pero, me doy cuenta, recién ahora comprendo sus palabras. No cualquiera puede convertirse en un gran artista, pero un gran artista sí puede provenir de cualquier lugar».

8 comentarios en “La inmutabilidad del burro

  1. A parte de mediocre, eres infame y cobarde. Si respondes es por que te sabes aludido. También sabes que nunca llegarás a todos esas máscaras de la calidad de las que hablas. Sigue llamando burro a quien es más valioso que tu, sigue imitando a Neuman, dejate la barba igual, talvez algún día hasta te llamen de las oficinas de Santillana en España, a decirte que no otra vez.

    1. Oh Dios, qué puedo decir si me descubrieron… si hasta estoy respondiendo una pregunta que ni siquiera sé cuál es… Si hasta no tengo calidad… Si hasta me quiero parecer a Neuman (quizás debería parecerme a otra persona)… y si hasta me dicen no varias veces… Sí, me descubrieron, elé…

  2. Mesmer tiene un punto… yo no lo pondría tan así pero sí me atrevo a sugerir cambiar el título del post y llamarlo: AUTORRETRATO.
    Me parece que por lo menos la categoría de cobarde te calza a la perfección. Pocas veces he tenido el desagrado de leer tantos insultos juntos en el blog de alguien que se hace llamar un escritor contemporáneo. ¿No tienes códigos para debatir, o se trata simplemente de una innata incapacidad argumentativa?
    Te sugiero muy educadamente que para la próxima vez, incluyas uno o más sujetos en lo que escribes; incluso te ayudaría a mejorar la redacción (que buena falta te hace). Pero ¿de quién estás hablando? ¿A quién le adjudicas el síndrome de Hermes, quiénes son aquellos que hacen esa crítica «mala» de la que hablas, aquella que no resiste argumento (supongo que no te referirás a los argumentos planteados por ratatouille o a aquellos lugares comunes TAN recurrentes a lo largo de tu texto, como el de la tetona en bikini y el del auto descapotable). Por favor, basta de tanta pose de neutralidad ininteligible. La tosquedad de tu escritura te delata como aquello que criticas o tratas de criticar, más bien.
    AHH…ya tengo el subtítulo perfecto!!! Quedaría así:

    AUTORRETRATO: Un burro hablando de orejas!
    Saludos

  3. Cierto, te recomiendo que visites el desprecio de vez cuando, ahí vas a encontrar un par de cosas que te hacen falta.

    1. Estimada Manuela, gracias por el comentario…

      Pero te pediría una cosa muy importante: lee bien el post.

      Te pediría también que dejaras la soberbia de lado y que no asumieras que escribo por una razón en particular o por la que tú crees es la razón de este post (en este caso, el blog al que haces referencia). No sé qué argumentos esperas o esperan algunos. Te aseguro que eso me tiene sin cuidado. Nadie está en mi cabeza para saber por qué escribo lo que escribo. Sin embargo, haré un ejercicio estúpido en este momento (ahora sí pediré disculpas, porque te aseguro que tus comentarios y el de Mesmer me resultan repulsivos, por el simple hecho de que asumen que escribo esto por una cosa en particular y hasta recibo una ‘crítica’ por no hacerlo como tú y él quisieran… lo cual es absolutamente ridículo) y procederé a decirte que, como mucho de lo que escribo acá, surge de conversaciones, películas, libros y discos que experimeneto… es un asunto de contemplación y nada más. ¿Qué contemplé en este caso? Una conversación en el lugar que trabajo y una chat con una amiga muy querida, en el que la relación entre gustos y la crítica fueron los principales temas… Y para esto uno puede hablar de muchas cosas y no de un blog en particular.

      ¿Contenta? Yo sabía lo que podía provocar con este post, pero no provocar este tipo de ira, innecesaria… Si esperas realmente códigos y argumentos o la ausencia de lugares comunes, o lo que sea, por favor, no leas este blog, que no los vas a encontrar… y te juro que así podrías ser feliz (de lo contrario me estás dando la razón al escribir todo lo que escribes). A mí me interesan otras cosas y justamente por eso yo decido qué leer y qué no, qué escribir y qué no. Te agradezco la recomendación: un par de veces he leído ese blog (una en la que se hacía una crítica sobre la película de Víctor Arregui, ‘Cuando me toque a mí’, y otra sobre una colección de cuentos que se sacó en México, en la que hablaba de un cuento mío, entre otros relatos) y ojalá que siga existiendo alguien que busque escribir desde donde quiera y sobre lo que quiera y haya gente que considere relevante eso… pero esa posibilidad no significa para mí nada: un blog no va a cambiar el mundo, ni va a traer glorias. Es, únicamente, un ejercicio personal (como es este blog, también, innecesario… pero que lo escribo por la misma razón que uso chaquetas o sacos siempre: porque quiero) y si tú aspiras ver en este post una flecha dirigida a alguien, pues allá tú. No tengo por qué resistir tales acusaciones.

      Esto no es más que un grito (desesperado o no) de un lector que quiere revalidar su lectura como experiencia, en función de millones de perspectivas que buscan crear esa distancia, destruir el puente, convertirse en los sabelotodos de Springfield que quieren manejar la ciudad a su manera… Es una reflexión que celebra más la posición de Prometeo que la de Hermes (y ojo, yo no soy Prometeo, yo no creo hacer crítica, ni me interesa) y si se sienten aludidos… pues ha de ser porque no se creen invitados a esa celebración.

      Sigue escribiendo, si deseas, todo se publicará acá… pero ya no me molestaré en responder, porque mientras yo hablo de conejos, ustedes hablan de gatos y eso agota… Gracias

  4. Yo lo unico que solicitaría es que por favor no se metan con los pobres burritos. Ya tienen bastante con ser animales de carga casi esclavos como para ser vilipendiados todo el tiempo. A mi me parecen unos animales muy simpáticos y hasta un poco tristes. Debe ser que me metieron Juan Ramón Jimenez demasiado en la escuela o que me conmueve Nietzsche cuando en la plaza de Turín se volvió loco al ver como un humano azotaba a un burro. Asi que por favor, si pueden utilicen otras metáforas o similes para agredirse. Que se yo, las arañas pueden ser una buena opción o cualquier otro bicho de porquería que ande por ahí.

    Gracias por su atención

  5. ¿O sea que tú hablas con una querida amiga y de la nada te sale un chorro de insultos de la más baja calaña? ¿O sea que cuando se te ocurrió la idea de hablar de un personaje llamado Burro Inmutable tu mente vagaba por la nebulosa, en pleno ejercicio contemplativo? Por favor… no nos trates como si fuéramos idiotas, hazte cargo loco, te va a venir muy bien en todo sentido. O sea, ya si insultas, insisto, al menos no escondas la mano con la que arrojas la piedra. Me imaginaba que querías agredir sin nombrar, pero ya que niegues todo es muy feo.
    Aquí nadie quiere ser sabelotodo de Springfield ni nada por el estilo, aquí lo que yo quiero es protestar (lo cual es muy legítimo, te guste o no) en contra de un post muy poco honesto, que desconoce lo más básico de lo más básico a la hora de debatir: dar la cara. Aunque no estoy ni estaré de acuerdo con tus criterios, te respetaría mucho más si dijeras las cosas de frente. Esa mentira de que no es contra nadie no te la crees ni tú.
    Pero como ya me dijiste que en este blog no encontraré ni códigos de debate, ni argumentos ni ausencia de lugares comunes, pues seguiré tu consejo y te dejaré tranquilo, pero me da mucha pena toda esta falta de seriedad, en serio. Saludos y suerte.

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