Palabra de periodista

nosabia imagen tomada de hoy.com.ec

De entrada, este libro es una pieza de discordia, tomando en cuenta que habrá mucha gente que lo considere una arbitrariedad más de Vera en medio de la batalla que la ‘prensa corrupta’ le está dando al gobierno de la revolución ciudadana. Desde luego que está la otra opción, en medio de la vorágine maniquea que nos doblega actualmente: no es más que la evidencia de cómo el régimen actual intenta controlar todo y ha dejado que uno de los principales periodistas, que mostraba las inexactitudes gubernamentales por televisión, se quede sin espacio para hacerlo.

Claro, yo apuesto por una tercera opción. “¡Nunca mordaza!” es el libro de la decepción, de la entrega, de la descarga, de la lucha por una profesión adorada y de la actividad de un periodista que ha ido de medio en medio, levantando para sí una fama de imposible, y que ha sido intransigente con una serie de principios que cualquiera podría considerar exagerados y categóricos, pero que al mismo tiempo han marcado un estilo. El libro de Carlos Vera es producto del coraje, esta vez con la libertad absoluta de decir lo que quiere decir, encaramado en una redacción que si bien puede aturdir a varios, consigue contar su visión, su perspectiva y sus vivencias, gracias a un deseo de  ofrecer una lectura a la situación ecuatoriana de hoy, con un pie en el pasado.

Por eso esta reseña busca enfocarse en el objeto y su contexto. Porque es imposible negar lo que motivó la escritura del libro y su naturaleza, porque el mismo autor es capaz de escribir párrafos durísimos sobre las actividades del régimen de Correa (en una especie de ayuda memoria muy necesaria en este tiempo en el que el pasado siempre fue malo, el presente es optativo –lo bueno tiene su preponderancia y lo equivocado simplemente se ignora, como si estuviésemos perdidamente enamorados de la actual administración- y el futuro sólo vaticina más confrontaciones). Pero más allá de eso, “¡Nunca mordaza!” es un documento interesante para comprender las relaciones entre poder y dueños de medios, las que pueden terminar siendo catastróficas para la labor de quien se enfrenta a diario a la profesión que yo también tengo. Este, sin duda, es un momento complicado para el periodismo.

Esa característica le da un valor importante al libro. Lejos de la dinámica política, Carlos Vera ha reflejado lo extraño, tirante y absurdo que puede ser el nexo entre empresarios de la comunicación y sus empleados, quienes realmente deben soportar los rigores de su trabajo, son los soldados que ponen el pecho en el campo de batalla. Y en esa discusión o presentación de costuras, Ecuavisa no sale bien parada, pues Vera al revisar las razones de su salida del canal referido (en el que se convirtió casi en la cara visible de una oposición al Gobierno, en el último tiempo – tampoco hay que olvidar que Vera fue un factor determinante para la caída de Álvaro Noboa y el triunfo de Correa, aunque el mismo periodista lo quiera minimizar), reconoce la falta de seriedad de la empresa y la ausencia de compromiso de sus directivos a sus empleados, insinuando en algunas ocasiones el quemeimportismo y la ingratitud con figuras que ya están fuera, como Jorge Delgado o Bernard Fougeres. ¿Es un malagradecido Vera? Quizás pueda ser considerado así por muchos, pero lo cierto es que tal grado de ‘descaro’ o ‘entrega a la profesión’ se agradece. Que él sea quien se refiera a esos entramados mediáticos deja la certeza de que en este trabajo no se trata ser directamente empleado de nadie, sino de saber que la labor se inscribe en circunstancias duras, muchos más duras cuando hay un régimen que busca en el miedo de los empresarios, sin tanto secreto, el control de la información que se hace pública.

“Usted que comió de nuestra mano, ¿cómo se atreve a atacarnos?” , le pregunta la mujer de Roberto Isaías a su teléfono celular, según Vera, en cierta parte de su libro. Su respuesta llega de manera categórica: “Yo comí de mi trabajo, señora; no de su mano”.

Y quizás en ese aspecto, el libro se vuelve una caja de enseñanzas (especialmente en el apartado de anexos, en el que Vera condensa lo que ha aprendido en materia de hacer periodismo televisivo, a través de una serie de definiciones claras, que en algunos casos exigen una reflexión del lector, inmerso en la profesión). El resto puede contemplarse como un texto a medio camino entre el reportaje y la memoria. Porque Vera no calla y cuenta sus experiencias laborales (matizadas con algunas pinceladas de la vida familiar) para dejar en claro que hoy es complicado, justamente hoy, cuando hay gente con miedo de perder su trabajo y sus privilegios, cuando las ventajas del pasado se reducen y los términos ligados al periodismo se vuelven maleables y se ajustan a percepciones que lo único que buscan es el silencio de las voces discordantes, con la excusa de la mentira, de causar conmoción y con la necesidad del control (hoy, mientras escribo esto, sé que la Ministra de Finanzas y el Secretario de Comunicación le han pedido la renuncia al director del diario El Telégrafo, y si bien es muy difícil creer que el diario buscaba la imparcialidad en la información, sé que se lo intentó en varias ocasiones y hay pruebas de aquello en los diarios publicados. Lo que se ha ganado es el control total del gobierno de un medio, el de mayor antigüedad en el país… y en eso todos perdemos ).

De esta manera, con una imagen de prepotencia (que el libro, aunque parezca lo contrario, no desmiente del todo, pero sí dosifica), por un estilo de entrevistar que a muchos desespera, por la constante interrupción e increpación a la figura que tiene frente a él, con ese casi activismo que se refleja en sus intervenciones, con una entereza (y también palpable enojo) cuando reconoce que se ha equivocado en público, Carlos Vera se ha ganado el derecho de este libro, en el que habla de sus fracasos y aciertos, en el que muestra cómo pudo regresar al frente de programas políticos luego de ser parte de algún gabinete de un gobierno, en el que habla de las faltas cometidas, de las peleas, de las pasiones propias y ajenas, de la tentación de ser candidato a la Presidencia, del facebook, de un proyecto de una revista política. No importa el resto, ni siquiera que la portada del libro no sea la mejor (en un arranque casi político, el apellido de Vera aparece más grande que el mismo título de la obra) , lo real está en que se la juega y de esta forma ofrece una enseñanza que va más allá de las ideas que se tengan sobre él.  Y en estos momentos, eso se agradece mucho.

5 comentarios en “Palabra de periodista

  1. Un buen grupo de ecuatorianos residentes de New York queremos su libro, donde lo conseguimos?.

    Saludos, un abrazo y adelante querido Carlos.

  2. Carlos Vera, estoy ansiosa de leer su libro, se lo puede comprar en Barnes & Noble? soy ecuatoriana y vivo en Texas. Me gusta su frase que dice ..Si Uds no callan y vencen el miedo. es excelente. Saludos y recuerde que tiene amigos en muchos lugares, un abrazo.

  3. Por fin alguien de ese circulo viciosos llamado medios se atrevio a expresar las verdades en las diferentes situaciones en las que pprofesionales de la comunicacion tienen que atravezar por exigir respeto y mantener en alto su dignidad no he leido aun su libro sr. vera pero soy periodista tambien y creame que en algun tiempo practique en un medio de television y despuies trabaje de lleno en el y no quiero acordarme de las diferentes situaciones que vivi, ademas fui productora independiente de radio cuando en esa epoca esos no existia como profesion hoy cualquiera es productor o periodista y sin ir mas lejos me causa risa y tristea cuando he visto a la seudo periodista estefany espin de ecuavisa arremedarlo en las posturas y gestos al practicar entrevistas en fin ese es nuestro ecuador ojala despertemos y avanzemos hacia un cambio bueno habra que esperar suerte y adelante que hay publico que lo respeta y lo admira
    Patricia Valdez, Lcda en Ciencias de la Comunicacion Social.

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