Recobrando la confianza en la poesía hecha por mujeres

Imagino que el título de este post podría ser considerado como un ataque al género femenino. Bueno, luego de ser tachado como fascista, otra raya más al tigre no me movería. Pero les aseguro que este no es el caso. Desde hace mucho tiempo que la poesía hecha por mujeres en Ecuador no me ha parecido algo que permita el ‘paso del aire’, la precisión o la comprensión de lo que podría ser el acto poético. No es mi intención tampoco proponer una poética, por favor, lo que digo lo hago como lector. Y eso creo que no puede ser tratado en el plano de la lucha o defensa de género, sino de la experiencia con los poemas.

El problema radica cuando esas posturas que son ideológicas se convierten en necesidades de un colectivo creador, lo que va en desmedro de obras de calidad, escritas, creadas, paridas por individuos. Una individuo que tenga la necesidad y el interés personal de tratar el tema de la defensa del género de seguro que resultará interesante, pero no por el tema, sino por la individualidad que se expresa. Cuando es un colectivo que ve en sus exponentes la manera de expresar ese tema, pues el resultado deja mucho que desear. Viviendo en Quito me puedo dar cuenta de muchos de estos problemas, desde las referencias inevitables como “la envidia del pene”, “la cocina”, “mis pechos de…”, “la saliva…”, que suenan ya a frases comunes, y la clara alusión a un ‘tú’ que deberá llenar a ese ‘yo’ femenino. No sé qué pensarán ustedes, pero esa constante termina por aburrir y destruir el acto estético que es el acercamiento a la poesía.

Digamos que la gran poesía de mujeres ha sido enarbolada por individualidades, no por deseos de representación de género. Podría dar cientos de ejemplos, pero me quedo con algunos muy conocidos: Sor Juana Inés de la Cruz, Alejandra Pizarnik, o la propia Silvya Plath (que a muchos disgusta, pero yo siempre salgo encantado de su lectura). Si representaron al género pues es otra discusión, además de enmarcarse en lo ‘a posteriori’.

Por eso cuando leo “A espaldas de Dios” (en realidad no sé si es Dios mayúsculo o dios minúsculo), de Ana Minga, disfruto de la lectura de un poemario que no solo muestra a una poeta capaz de hablar desde su individualidad, desde una decisión y reacción (ante un hecho personal que la movió a la confección de un poemario dividido en cuatro partes), desde el agresivo reconocimiento, sino desde la necesidad de hacer de ese tema un ‘acto’ que se sostenga en lo estético.

De sus cuatro partes, son ‘Perros de tabaco’, ‘Los errores de las ventanas’ y ‘Pandemonium’ las que permiten un sentido de unidad reluciente, un discurso propio que se asienta sobre la crítica velada a una religiosidad institucional que le da forma a la idea de estar detrás de Dios, quizás a su sombra, pero no ante sus ojos. Y en ese distanciamiento se concentra la posibilidad de identidad, de identificarte. La voz es una individuo que se asienta sobre sí: “Escribo aunque sea sólo un existencialismo de esquina”.

Y en esa identificación está el dolor (“En qué momento/ si ya estaba viviendo/ con la terquedad de recoger mi corazón tirado en la basura/ mientras una paloma para salvar la imagen de su pichón/ picoteaba su rostro en las llantas de los carros”), está la ausencia y la perdición (“¿Encontrada y muerta?/ por lo menos si lo hiciera como mi padre/ que toda su vida se la pasó de bueno/ y al final fue vengativo/ no les dejó ni medio centímetro de carne a los gusanos/ pues se pudrió en vida”), la desesperación que ronda la idea de la eternidad (“Hoy que narro esta visita/ me doy cuenta/ que no fue suficiente/ que nos hayan dado bastante/ de aquello y de lo otro/ encima/ tenemos inmortalidad”), se reivindica la vida desde los seres rechazados, los perros y niños de la calle…

Ana nació en 1983 en Loja, es comunicadora social y si no me equivoco también se dedica a la narrativa. Pero es su obra poética, contenida en ‘A espaldas de Dios’, la que me supone la apertura de un camino de una individuo que es capaz de hacer de la poesía lo que debería ser: la puerta para hacer del lenguaje un reflejo y el universo completo del ser. Suena extraño, pero en su lectura hay ese pedazo de vida o de no vida que desde hacía mucho tiempo no encontraba en la poesía hecha en Ecuador.

Y lo resumo en su propia voz, en una ponencia que ella se ‘mandó’ en Cuenca hace algunos meses: «Señores, soy Ana Minga, no estoy de acuerdo con publicar un libro detrás de otro, los textos hay que trabajarlos y esto tiene su tiempo, pues libros hay por montones y pocos valen la pena. Escribo en primera persona, me hago responsable por mi voz, no me gusta la costumbre ni las certezas, prefiero las grandes pasiones, porque por ellas, está permitido dar la vida».

6 comentarios en “Recobrando la confianza en la poesía hecha por mujeres

  1. no en vano es la ecuatoriana con más posibilidaddes de formar parte de «La letra con sangre entra»

    pero no tengas tanta envidia, vos también estás en la lista de espera

  2. no en vano es la ecuatoriana con más posibilidaddes de formar parte de «La letra con sangre entra»

    pero no tengas tanta envidia, vos también estás en la lista de espera

  3. La poesía es un acto individual, sin duda. Los colectivos lo único que han hecho ha sido uniformar y encubrir políticas sin ningún fin literario, si es que éste existe. Tal vez la poesía es un «lujo cultural» pero también es una expresión de vida única. No sé si llegar tan lejos como Mallarmé que pensaba que sólo era bueno en poesía lo que de ningún modo puede ser algo en prosa.
    Y la cuestión de ser mujer o no, creo que es secundaria. Supongo que la historia ha tenido mucho que ver en ello.

  4. La poesía es un acto individual, sin duda. Los colectivos lo único que han hecho ha sido uniformar y encubrir políticas sin ningún fin literario, si es que éste existe. Tal vez la poesía es un «lujo cultural» pero también es una expresión de vida única. No sé si llegar tan lejos como Mallarmé que pensaba que sólo era bueno en poesía lo que de ningún modo puede ser algo en prosa.
    Y la cuestión de ser mujer o no, creo que es secundaria. Supongo que la historia ha tenido mucho que ver en ello.

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